Despiertas. Sueño de un sueño. Lienzo de un mundo que no riges. Un lienzo complejo, empezado por muchos artistas, continuado por muchos menos. Trazos que comenzaron hace muchos años. Estilos juveniles. Inexpertos. Manchas y pegotes fallidos que motean una imagen que no parece encajar. Sin embargo, no hay duda de que forman parte del todo. Son imprescindibles. Terminan (de eso no hay duda) y se interrumpen para dar paso a formas y colores de otra autoría. Pero ellos son el cuadro, tanto como todos los demás.
Te miras en el espejo, cansado. Sin ganas de crear, de construir. Sabes qué es lo que te llena de fuerzas. Dejar pinceladas en los lienzos ajenos. En el lienzo del mundo. Compartir los colores de tu ser. Reconocer tus trazos. ¿Hace cuánto que no lo intentas? ¿Cuándo fue tu última pincelada? No sabes la respuesta. El tiempo no se detiene. Los lienzos que manchan y oxidan por el simple hecho de vivir. Por el simple motivo de caminar. Por la simple razón de saber más y querer intentar menos.
Pero hoy es distinto. Hoy tus manos tiemblan con el deseo de hacer nacer nuevos mundos. De dar voz y forma a pensamientos inconexos. A sentimientos vacíos. A palabras que se creían olvidadas y facetas perdidas. Hoy quieres crear algo nuevo. Quieres abrir unos botes de pintura seca. Hidratar. Revitalizar. Coger tus pinceles gastados abiertos y mellados. Empezar trazos con colores nuevos. Colores vivos.
Construyes nuevos sueños. Plasma vidas, momentos, recuerdos y sentimientos. Reirás, llorarás y siempre añorarás. Vamos a saltar hacia el cielo, aunque no podamos volar. Sin miedo a la tormenta. Lúcidos. No importa el final. Caminaremos y sembraremos a nuestro paso. Cayendo y levantándonos. Hundiéndonos en la cama cada noche. Soñando sueños que compartir. Preparando lienzos que pintar.
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