domingo, 3 de octubre de 2010

Frozen

Fimbulvetr eterno.

Camino sobre llanuras heladas. La vida se consume bajo el frío que precede al final. El mundo se encuentra en tensión. Sabe lo que se avecina. Pero el Invierno no muestra señales de querer terminar. Y sólo cuando el Gran Invierno termine, el fin llegará. Hay los que ansían ese momento. Que termine el sufrimiento y el hambre. Pero la nieve no es mal amigo para mí.

No odio al frío. No tiene culpa de su ser. No mata con maldad. Más bien somos nosotros los que morimos al no soportarlo. No hay mayor hermosura que la belleza helada de una flor. Eterna e inalterable, pese a ser una inmortalidad muy frágil. Un mero golpe puede dar fin a su existencia. Sin dejar rastro. El frío invita a formar parte de ese exótico arte. Es cuestión de cada individuo el decidir si realmente vale la pena. Por el momento prefiero contemplar a posar en este rígido marco.

Hace mucho que no veo una lágrima. Un sentimiento líquido que se desliza por las mejillas. No podemos llorar. Porque aún no es tiempo de llorar. Y las lágrimas se amontonan esperando ese momento. Tal vez cuando llegue, no tengamos fuerzas para hacerlo. Sangraremos las lágrimas heladas por este eterno martirio.

Estamos sólos. Los dioses preparan su gran guerra. Nosotros nos esforzamos por conservar ardiente el calor de la vida. Un calor que pueda derretir el hielo que oprime nuestros sentimientos. Un calor que ilumine el cielo y frene el inminente Ragnarök.

Está escrito que no lo lograremos.
¿Importa acaso?

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