lunes, 12 de diciembre de 2011

Un día decidí que quería morir I

Me despierto. El infernal sonido del móvil me llama para que vuelva a la realidad. Si es que esto es la realidad. Siempre albergo la dudua de si al despertar no estaré naciendo, en un nuevo cuerpo y en un nuevo mundo. Con los recuerdos de este cuerpo eclipsando mi propia memoria. Quién puede asegurarme que ayer no era un perro, comiendo y relamiendo los manjares que estos tontos humanos desprecian en su menú? Quién pueda afirmar sin temor a equivocarse que ayer no era Juan, o Hiroshi, o Boris , o Patricia? Cómo puedo indagar quién fui, cuando todo lo que encuentro son vestigios de quién soy? Y eso, sólo a veces...
Es curioso. Me puse esta canción en el móvil para despertarme de buen humor. No hay canción que más aborrezca ahora. He decidido no cambiarla para así no damnificar a las otras. Pestañeo un par de veces para adaptarme a la luz. Todavía es de noche, por lo que no me cuesta demasiado. Me incorporo con lentitud. Todo mi cuerpo se resiente lastimoso. Todavía tengo agujetas de ayer. Me doy la vuelta y miro hacia mi almohada. Como todas las mañanas, encuentro en ella fragmentos de mis sueños, cada día más resquebrajados. Y eso, aquellos que perduran en mí.
Me he levantado a la hora acordada conmigo mismo, que no es algo que acostumbre a suceder. No puedo ducharme. Haría demasiado ruído. Me visto con las prendas que elegí ayer. Su camiseta, mis calcetines de la suerte, mis calzoncillos de Batman, mi chaqueta favorita y los pantalones más cómodos de mi armario (sin contar con el chándal, pero no es una ocasión en la que proceda vestir chándal). Me da rabia no poder ducharme. Realmente me apetece dar una buena imagen hoy, para variar. De todas formas, me afeito y me lavo los dientes. Hace mucho que no me afeito, así que me cuesta desasir esa inmensa maraña de pelo de mi pálido rostro. Me miro en el espejo y no veo si no a un fantasma, una persona que ya creía muerta, sepultada en mi memoria como mi finada en el olvido. Mi padre escucha el ruído y se acerca al baño. "Para quién te pones tan guapo?", pregunta entre malintencionadas risitas. No contesto. En su lugar pienso "Gilipollas" para mis adentros. No es momento de buscarse un pollo mañanero. Hoy no.

(...)

Camino por la calle con parsimonia, parándome a observar pequeños detalles como un gato tonteando en la hierba. Es un gato de negro pelaje, tan negro que da la sensación de estar limpio pese a su condición de gato callejero. Al pasar a su lado, se detiene y me mira. Me mira como lo haría un perro observando la nada. Algunos, dicen que cuando un perro se queda así, está contemplando un fantasma. Sus ojos parecen ver a través de mí, parecen intuír los misterios de mi alma. Encuentro en esos ojos un único mensaje, una única incógnita. Me preguntan: "Por qué?"

No hay comentarios:

Publicar un comentario