miércoles, 6 de noviembre de 2013

Here again?

Todavía en la orilla. Todavía contemplando las olas. 

El sol se pone sobre dunas espumosas mientras ese conocido vacío vuelve a ocupar su lugar. Me cegó el sol cuando estaba buscando luz. Una esquirla, un desello, me hubiera bastado. Pero mis ojos se posaron sobre la más cercana estrella, la misma que veo desaparecer ahora. Siempre supe que pasaría. Pasa todos los días. Es el ciclo natural de las cosas. Pero una vez más, soñé con un imposible. Un dulce sueño en el que fui feliz, por poco tiempo que fuera. Disfruté cada momento bañado por su luz. Radiante. Pletórico. Feliz. Las noches se hacían eternas y los días cortos. Sonreía con que solo estuviera ahí. No necesitaba nada más. Pero poco a poco quise abrir más los ojos. Quise acercarme más. El calor era delicioso y la luz magnífica.

Pero los días de sol terminaron con el Invierno. Una gran masa negra eclipsó mi astro favorito. Y por mucho que brillara cada noche, volvía a ponerse delante de él sin descanso. 
No hay corazón, por fuerte que sea, que logre soportar semejante castigo. Tuve que abrir mi paraguas para cubrirme de la lluvia. Tuve que volver a sentarme en la orilla, junto con mis viejos conocidos. Tuve que volver a contemplar las olas, anhelando esa felicidad innominada. Esa necesidad vital que tenemos aquellos que contemplamos mares de niebla. Esa razón por la que vaciar tu mente y ocuparla con un rostro. Con una voz. Con un aroma. 
Vuelvo a caer al vacío de la incertidumbre, buscando destellos que se conviertan en estrellas. 

No puede abandonarnos por mucho que se lo pidamos ni por mucho que lo deseemos. Bien es cierto que la esperanza es el último de los males, que atesoramos fieramente en nuestra latente Caja de Pandora. 

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