Por mucho que mire al cielo, no seré capaz de tocarlo siquiera.
Por mucho que me esfuerce, no caminaré sobre las nubes.
Por mucho que el sol me sonría e ilumine mi rostro, nunca me invitará mas que a contemplarlo.
No me concederá una mísera noche. Partirá en cada ocaso. Me abandonará a cada atardecer.
Conforme pasan los días, ha permanecido cada vez más tiempo. Cada día he disfrutado más y más de su presencia. Cada día ha brillado más y más para mí. Cada noche he temido más y más que no volviera a brillar. Y conforme el tiempo sigue su curso, parece que lo iré perdiendo día a día.
No quiero. No la puedo perder. A esa estrella que desde el último solsticio ha estado más y más presente en mi vida. A esa estrella que desde hoy empezará a irse cada vez más. Quiero agarrarlo con fuerza y no dejar que se vaya, pero me sigue asustando el dolor. Sé que puede quemarme aún sin pretenderlo. Sé que si voy demasiado rápido, desaparecerá en el horizonte.
Y no hago nada, salvo contemplar como se aleja día tras día y desaparece noche tras noche.
Los sueños y las esperanzas son el castigo más doloroso para quien contempla el firmamento y sus estrellas.
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