domingo, 18 de julio de 2010

Accidentally in Love

Ni de puta coña.

Esas eran las palabras que cruzaban mi cabeza cada vez que pensaba en algo con ella. Solían ir acompañadas de una sonrisa y una auto-colleja al estilo "venga ya inútil, atiende a lo tuyo". La monotonía de esas reacciones se mantuvo así durante mucho tiempo, al igual que las ideas que las provocaban. Eran tonterías que surgían sobre todo cuando no tenia más que hacer. En la ducha. Intentando dormir. Esperando al bus. Remando. Demasiadas situaciones y demasiadas auto-collejas, que amenazaban con acabar con mis neuronas. A raíz de esas ideas comencé a verla diferente, de forma tan sutil que ni yo mismo llegue a notar el cambio. Era una chica genial que conseguía despertar una sonrisa en mi, y a la vez conseguía despertar interés. Tengo un nivel reducido de sociabilidad debido a mis numerosos complejos, por lo que otro hecho a reconocer es que me sentía cómodo con ella. Y lo que es más, me gustaba estar con ella. Este estado, lejos de incomodarme debido a la situación en la que nos encontrábamos en un principio, llegó a parecerme del todo normal y rutinario. Llegué incluso a tratarla mejor de lo que alguien en mi situación debería, como aquella vez en la que felizmente me desprendí de mi ardilla. Jugábamos con que compartiamos la misma personalidad, que eramos la misma persona; juego al que se sumaría la ardilla mas tarde. Todo fue genial hasta que ellos se separaron. Me sentí traicionado. Y muy sucio. Todo aquello que había llegado a pensar se fundió en una sola idea de odio, con la que fui hecho una furia hasta su casa. Frente a ella lo solté todo. Puede que incluso mi propio dolor fuera fusionado en el speech que solté. No sirve de una mierda decir que me arrepiento pues el daño ya esta hecho, y parece que todo cuanto eché en cara aquella tarde fue un error que nos jodió a todos. Lo único que quedó encendido desde aquel día fue un odio que no se apagó hasta que el asunto fue aclarado. Poco a poco volví a hablar con ella. Estaba castigada. No podía salir. Una noche pedaleé hasta su casa a petición de ella. Eran las 11 de la noche. Hablamos. Volví a casa. Por qué lo hice?

No nos vimos otra vez hasta San Juan.

Pero lo que allí ocurrió, ya es otra historia.

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