viernes, 14 de mayo de 2010

My opinion of Darkness

Es de noche.



Un manto de negrura lo cubre todo. No tengo frío. Tampoco tengo calor. Todo lo que llego a adivinar es un largo pasillo. Carente de una luz al final. Carente de vida. Mis oídos no llegan a captar sonido alguno al margen de los pausados latidos de mi corazón, que interpreta una atractiva nana contra la que lucho por no sumergirme más en el abismo negro en el que me encuentro. El aire está vacío de sensaciones. Ni siquiera mi cuerpo osa contaminar con aromas foráneos la atmósfera que me envuelve. No siento. No soy. Me manifiesto en este espacio como una mera sombra que, bajo la carencia de luz, se funde con todo lo que le rodea y comparte todo lo que fue.
Somos. Estamos privados de toda existencia y no echamos en falta nada. No hay tristeza. No hay miedo. No hay desolación ni sentimiento de abandono. No hay cólera ni envidia. No necesitamos cariño o alegría. Estamos solos y con nosotros mismos, sumidos en el olvido y sin la esperanza que en la caja quedo sellada. No pensamos en lo que atrás quedó, pues ya no queda nada. Solo queda paz.
Somos cero e infinito, origen sin fin. Nosotros estuvimos antes y seguiremos después. Somos el vacío. La nada. Somos la Oscuridad.

Sigo en el pasillo. Una puerta se abre a lo lejos filtrando luz natural. Algo aflora en mi interior. Mi corazón acelera de un cómodo adagio a un frenético vivace. No logro nombrar lo que me sucede. Es tal vez… ¿felicidad?

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