sábado, 19 de junio de 2010

Aquello que hay tras el viento

Tercera marcha.

Octavo piñón.

Imprimo toda la fuerza que queda en mí en los pequeños pedales sobre los que se apoyan mis pies. Voy cuesta abajo y continúo pedaleando cada vez con mayor intensidad. La gravedad terrestre no ejerce suficiente fuerza sobre el cuerpo que formamos mi vehículo y yo. No es suficiente. El viento me golpea de frente ondulando mi ropa, intentando frenar mi irremediable caída, pero yo no quiero luchar contra esa caída. Quiero afrontar el golpe por mí mismo. Quiero superar la barrera que forma ese viento. ¿Qué es lo que con tanto afán protege?¿Por qué no me deja llegar hasta más allá?¿Quién es aquel que define lo que es traspasable y lo que no lo es? Mi pequeña mente de quinceañero no ha conseguido aún respuestas a esto. Pero mientras siga teniendo mis dudas, seguiré pedaleando.

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