martes, 1 de junio de 2010

N - Cap. 2: Rutina

6:30 A.M. Resuena un sonoro bostezo por toda la estancia. Ah, sí. Soy yo. Debo de haber dormido tres horas a lo sumo. Qué lata. No creo que vuelva a conciliar el sueño. ¡Arriba! Esta habitación está hecha un asco. Bueno, tampoco voy a limpiarla ni nada parecido. Está bien así. Cortinas negras y cochambrosas. Suelo de “parquet”, si se le puede llamar así. Paredes sucias por la humedad. He aquí la comodidad de la clase trabajadora. Se que lo típico sería abrir las ventanas para que el radiante sol de una dulce mañana de primavera bañara mi rostro en busca de un grandioso nuevo día, pero…
Bueno, no me gusta la luz. Las cortinas, persianas y tablas hábilmente clavadas a la pared (con posterior reprobación del vecindario) están bien donde están.

8:30 A.M. No tengo hambre. Todavía no. Lo primero es el trabajo. Abro mi portátil de última generación (no sabía que aún los hubiera con Windows 2000 cuando astutamente me lo encasquetaron) y entro mi cuenta de correo. Deniego por enésima vez la cortesía de Internet Explorer por guardar mi cuenta y contraseña, con la esperanza de que esta vez lo entienda. Borro todos los correos basura dando gracias de no tener contactos que me manden irritantes cadenas de fotos absurdas, perros en llamas y firmas para salvar a los pingüinos argentinos.
Por fin quedo a solas con los correos de mis posibles clientes. Dirijo mi propia empresa en busca de la más simple y útil economía de subsistencia. Soy mi propio jefe y escojo los horarios que más se acomoden a mi ritmo de vida. Esta vez he encontrado uno muy bien pagado y con una fecha de finalización bastante amplia. Bueno, estamos a final de mes, así que pienso que me vendrá bien traer dinero a casa, para variar. Creo que lo voy a acabar hoy.

8:30 P.M. He pasado el día leyendo a Murakami y oyendo Queen simultáneamente. Os recomiendo las dos actividades, pero por separado. Tomarme una aspirina para quitarme el dolor de cabeza no va a ser muy útil, así que voy a coger mis utensilios de trabajo y marchar a terminar el encargo del señor Wilson cuanto antes. Salgo de casa chapurreando como puedo “Made in Heaven”, tema que Queen ha conseguido taladrar en mi cabeza. No logro evitar que una sonrisa cargada de ironía se dibuje en mis labios.


La vida es una mierda.
Después te mueres.

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