martes, 1 de junio de 2010

N - Cap. 4: Black Feather

- Sigo pensando que ese idiota corrupto no es el mejor candidato a la alcaldía.

La conversación se veía apagada por el intenso ruido del local. Valentines vociferaba con el atento barman sobre las próximas elecciones, un tema que no llegaba a interesarle del todo. Mantenía la conversación buscando pasar el rato mientras esperaba a su socio.

- Es verdad que prometió una bajada de impuestos considerable – prosiguió –, pero esa oferta sólo beneficia a las clases altas. Lo que esta ciudad lleva años necesitando son más puestos de trabajo. La práctica de la limosna se masifica en las calles y esto sin contar a aquellos cuyo orgullo les impide mostrar su miseria.

- ¿Es que acaso los otros candidatos dan mejores opciones? – replicó el barman – Si has de comer basura, come la que tenga menos moscas.

La discusión se prolongaba mientras el tiempo permanecía estático en el “Black Feather”. Las palabras se entremezclaban formando el ambiente que caracterizaba el lugar. La clientela era variada, pese a ser el local predilecto de los suburbios de la ciudad. Se podían adivinar entre los parroquianos a abogados sin clientes, médicos de título, vagabundos estirando sus ganancias del día, oficinistas buscando liberarse de su rutina, amantes de pago, escritores frustrados e incluso a alguna vieja gloria de la política. La decoración era escasa y se distribuía por las negras paredes tapizadas que evocaban el nombre del lugar. Todo fluía en el “Black Feather”. Todo, menos el señor Valentines, que ocupaba su asiento de honor todas las noches a la misma hora. El cliente predilecto pedía su habitual Bloody Mary, que estiraba a lo largo de toda la noche mientras mantenía triviales conversaciones con la diversa clientela y frecuentemente con el barman.

Las horas pasaban mientras el carismático parroquiano mantenía su socarrona sonrisa, que despertaba la curiosidad de alguna joven del lugar. Era alto y delgado, de ojos oscuros y maliciosos, ademanes finos y retocados, y manos firmes cuando hablaba. Vestía unas botas viejas, un pantalón vaquero roído, una camiseta cuyo estampado se había desvanecido hacía tiempo, un enorme abrigo que lo cubría hasta la altura de los gemelos y un sombrero de ala ancha, que mantenía con ayuda del flequillo su ojo derecho en las sombras. Enfundaba siempre la diestra en un monocromo guante negro, que junto con su invisible ojo daba lugar a toda serie de rumores e historias por entre los que frecuentaban el local.

Estaba a punto de terminar su copa y dejar el lugar, cuando una apresurada figura cruzó sus puertas para mostrar bajo la luz de neón un desconfiado individuo flacucho, trajeado y con gafas. Su atenta mirada barrió toda la extensión que lo rodeaba hasta cruzarse con la mirada del solitario Valentines. Sin descuidar que alguno de los elementos que se balanceaban por la estancia osara manchar su impoluto traje, tomó asiento a la par del hombre del sombrero.

- Ejem… - carraspeó notablemente -. ¿Es usted, por casualidad, Mr. Jack Valentines?
- Esta noche puede llamarme así – contestó sonriendo el aludido-.
- Vengo en calidad de intermediario del cliente con el que usted concertó una cita, esta noche, aquí.
- El señor J.M., creo recordar.
- Sí. De acuerdo con mis informes esas fueron las reseñas que le fueron dadas. El señor J.M. ha estado sufriendo una diminuta molestia que no ha hecho más que molestarle durante bastante tiempo.
- Entiendo.
- Pues verá. Esta molestia de la que hablamos de pronto ha aguijoneado a mi jefe con contundencia, des apaciguándolo notablemente, hasta el punto de decidir molestarse en eliminarlo.
- El señor J.M. debe ser un hombre importante y atareado.
- Más de lo que pueda imaginar. El caso es que sus medios han resultado ineficaces para extirpar este tumor, por lo que nos hemos visto obligados a recurrir a otro tipo de profesionales.
- Ahí es donde entro yo, supongo.
- Supone bien, querido amigo. Tenemos grandes expectativas en su reputación por este submundo en el que vive.
- Bueno. Con los años una va adquiriendo su fama en este mundillo.
- Eso hemos oído. Bien. Sin más detenimientos le dejo aquí un maletín con todo lo que necesita saber sobre el encargo, que esperamos cumpla satisfactoriamente.
- Ha sido todo un placer. Si algún día decide asomarse por aquí, que sepa que yo estaré para invitarle a un trago.
- Agradezco el ofrecimiento, pero lo veo del todo improbable. Muy buenas noches, Mr. Valentines.
- Igualmente, amigo.

Y con desagrado al imaginar cualquier atisbo de amistad con Jack Valentines, el esbirro desapareció del local tan rápido como se lo permitieron sus afeminados andares.

- He conseguido trabajo, Zeta – anunció al barman-. ¡Invito a una ronda a todos los presentes!

Y entre los vítores de los presentes, pagó su copa, entregó un manojo de billetes a su amigo de la barra y marchó a los lavabos, maletín en mano.

Si la higiene del local rayaba el tercermundismo, en el lavabo se podía encontrar desde condones usados a portales a Narnia. El nuevo empleado de J.M. buscó el lugar más libre de inmundicia para observar el contenido del maletín. Lo primero que encontró en su interior fue un grupito de amigos verdes que viajaron en primera clase a su cartera. “Al menos esta vez pagan bien”, pensó mientras contaba sus ingresos. “La mosquita a eliminar debe ser muy cojonera”. Tras haberse agenciado los papeles de colores, procedió a leer los restantes. “Robo de mercancías… Desaparición de empleados… Insultos, burlas y descalificaciones… Asesinato… Este cabrón es de los míos. Aún no se le ha visto, por lo que no podemos hacer un retrato fiable, pero es obvio que siempre viste de negro. Además usa arma de filo y suele firmar sus trabajos con…”
Valentines detuvo la lectura. Colocó los papeles en el maletín y lo dejó en una esquina de los baños. Encendió un cigarrillo. “¿Qué has hecho esta vez N?”.

Y rompió a reír.













Ríe y el mundo reirá contigo
Llora y llorarás solo

1 comentario:

  1. Si la higiene del local rayaba el tercermundismo, en el lavabo se podía encontrar desde condones usados a portales a Narnia.

    Grandioso.

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