viernes, 6 de agosto de 2010

Pokemon R&Z (I)

Vale, me llamo Necrzo.
Tengo 10 años.
Hoy, empiezo mi aventura Pokemon.

Vale, mi madre no se lo ha tomado muy mal. Nuestra casa se compone por un salón-cocina en la planta baja y toda una habitación (la mía) en el primer piso. Nunca me he preguntado dónde duerme mi madre. Tampoco es que importe mucho. 10 años. La voz ni siquiera ha empezado a cambiarme, pero se supone que ya estoy listo para embarcarme en un absurdo viaje con la única compañía de unos extraños animales llamados Pokemon que habitan el mundo en el que vivimos. No tengo nada planeado, sólo seguir las bien numeradas rutas que unen las distintas ciudades de Hoenn en busca de hacerme con todas las medallas de gimnasio. Mi padre es líder de gimnasio en Petalia, una ciudad cercana al pequeño pueblo al que nos acabamos de mudar, Villa Raíz. Sólo he de cruzar Pueblo Escaso y un par de rutas y ya estare allí. Lo malo es que no podré retar a mi padre hasta haber conseguido 4 medallas. Tampoco pensaba hacerlo antes. No tengo mas dinero que 2000 pokés, y he de apañármelas con eso para todo el viaje, que tal vez me lleve meses o incluso años. No sé cómo mi vida ha desembocado en esto...

Vale, hoy el profesor Abedul me ha citado a su laboratorio. Es uno de los vecinos del pueblo. Aunque para ser profesor, sólo se dedica a pastar por el campo como las vacas, buscando nuevos Pokemon para no sé qué. La verdad es que ese hombre me da miedo. Dicen que ha encargado a su propia hija, de mi misma edad, completar una estúpida enciclopedia mediante la captura de TODOS los Pokemon conocidos. Debe estar perturbado. No le preocupa lo que le pueda pasar a una niña de 10 años mientras cruza océanos, sube montañas, atraviesa bosques e intenta capturar dragones, tiburones y seres con tamaño de islas con ridículas pelotas bicolores? No le importa una mierda lo que le pase a su única hija? A su edad debería seguir jugando a las barbie, no pelear por su supervivencia! Bueno. Al fin y al cabo es su problema. Y, pese a parecerme una locura, estoy a punto de hacer lo mismo. No sé qué cariño demuestran mis padres regalándome unas zapatillas en vez de prohibirme salir de casa... Y aquí estoy. Llamando a la puerta del laboratorio del profe. No hay nadie. Habrá salido a atrapar más perros amorfos, conocidos por aquí como Poochyenas. Creo que he oído un grito en la ruta 101. Quizá alguien necesite ayuda.

1 comentario: