miércoles, 8 de septiembre de 2010

Red Wings

Fricción chispeante entre existencia y razón.

El rostro de un Gorrión que añora la luna. Pero es privado de contemplarla. El Gorrión llora. Llora desconsoladamente para así inducir algo de pena en los corazones de sus captores. El Gorrión perdió la libertad. Perdió a la luna para siempre. No podrá bailar nunca más entre sus fugaces haces de luz. No podrá teñir sus aleteos del plateado color de su extraño amor. El Gorrión canta entre llantos su melodrama. Sabe que no será escuchado por aquellos que lo privan de levantar el vuelo. Pero quiere cantar. Lo necesita para creer que volará de nuevo. Para no resignarse al fin de sus días. Sus latidos se ralentizan al son de su miserable cantar. Su corazón se inunda de las lágrimas que ya es incapaz de verter. La pena lo acongoja. El Gorrión necesita salir de su prisión si quiere seguir viviendo. Tal vez ya sepa que no lo logrará. Que no volverá a sentir el calor del mundo. Que sólo le espera el frío. Mucho frío. Un frío que hiela el alma de aquel que tiene la mala suerte de tener contacto con él. El tiempo sigue su curso. Las campanadas de los segundos que le quedan de vida al Gorrión retumban en su cabeza. ¿Por qué es merecedor de esto?¿Qué pecado cometió más que vivir?

Su prisión se disipa.
Es de noche.
El Gorrión alza la cabeza.
La luna ha oído su lamento.
El Gorrión canta de felicidad.
Nunca había visto una luna más hermosa.
El rojo la cubre en su totalidad.


El color de la sangre de un alma inocente.

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