miércoles, 1 de septiembre de 2010

The Wanderer

Un bufón recorre a estúpidos pasos un camino de rosas. Su bobalicona expresión facial es la viva imagen de la despreocupada felicidad. No tiene nada que le ate al triste mundo al que pertenece. No hay recuerdos desoladores que le hagan vacilar. Sólo un radiante sol que ilumina su mirada, siempre frente a él. No hay forma de saber quién fue el feliz payaso. No ha dejado marca en ningún lugar. Es un caminante de las sombras que sale a la luz por vez primera y disfruta de la dicha que ello le ofrece.

El bufón prosigue su ruta sobre el camino carmesí de rosas blancas. ¿Qué es lo que modificó el color de la pálida flor? La ahora macabra sonrisa del solitario caminante parece encerrar la sombría respuesta. Comienza a reír. Sus carcajadas se vuelven su único acompañante. Los demás, atrás quedaron. Todo lo que llegó a amar. Todo cuanto pudo odiar. Un Todo engullido por la Nada. Fue acaso el feliz bufón quien dió fin a ello. ¿Pudo acaso asesinar sus sentimientos en pos de destruír su vida?¿Fue esta acción aquello que le otorga tan feliz rostro?¿O es, tal vez, una fría máscara que cubre su entera amargura? Más risas encubren su interior, dificultando el poder hallar respuesta a las preguntas que encierra la existencia del cómico caminante. Él mismo carece de dudas ahora. Su curiosidad murió, como todo lo demás. Sabe quién fue el detonante de su propia destrucción. Lo sabe mejor que nadie. Pero carece de importancia. Todo cuanto importa se encuentra en la luz a la que mira fijamente. Sol, Luna, Estrellas. Sus únicas guías para no perecer en su propia agonía. ¿Qué significaría dar fin a su vida en este instante?¿Sería acaso prueba de su arrepentimiento? Pero, ¿a quién le importa su arrepentimiento? No queda nadie a quien pueda importarle. Sus lágrimas tampoco tienen cabida ya. Solo su sonrisa consigue mantener su cordura. Aunque de poco sirve la cordura en un mundo vacío. Su propia sangre tinta el camino que recorre. En ella va también la sangre de sus sentimientos. De su amor. De su tristeza. De su miedo. Todo perece sobre las rosas que chupan el néctar de un hombre sin alma.

De frente, el sol de un eterno Ocaso.

Atrás, el rojizo rastro de alguien que lo perdió todo.
De alguien que así lo quiso.
Alguien que ríe su maldición eterna de recorrer un espinoso camino sin retorno.

Sangrando lágrimas.
Llorando versos.
Escribiendo el póstumo soneto de un corazón vacío.

1 comentario:

  1. " ¿Pudo acaso asesinar sus sentimientos en pos de destruír su vida?"
    Ojalá se pudiera, pero no. Los sentimientos te destruyen a ti, no tu a los sentimientos. Son todo lo que tenemos y todo lo que somos, asi que en lo de destruir su vida, tendrías razón.
    Magnífico, Manhuel, te lo digo en serio. Este me ha encantado.

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